Al crecer, mi familia iba a la iglesia tanto como era posible. Todos los servicios dominicales, lunes y miércoles, estuvimos en la iglesia. Ya sea para ensayos, servicios o la preparación de un evento, puede encontrarnos allÃ. Debido a esto, a una edad temprana podÃa contarte casi todas las historias bÃblicas, podÃa recitarte todos los versÃculos que memoricé en Awana, y siempre tuve mi "mejor dÃa dominical". Si realmente me sentà mejor o no, era una historia diferente.
Cuando cumplà mis 20 me habÃa salido de todas mis rutinas religiosas. Como enfermera y estudiante de posgrado, era fácil decir que estaba demasiado ocupada. Sin la iglesia como brújula en la vida, comencé a buscar sentido y dirección en todos los lugares equivocados. Trabajaba constantemente, pensando que mi sana profesión devolverÃa la paz y la felicidad a mi vida. Pero nada podÃa prepararme para lo que vendrÃa después.
Mientras terminaba la escuela de posgrado, pasaba cada momento que no estaba en clase o trabajando con mi hermano. Estaba listo para ser enviado de regreso a Kuwait en cuestión de semanas y yo querÃa absorber tanto tiempo en familia como pudiera. Pero el dÃa antes de su despliegue, tuvo un derrame cerebral repentino y murió cinco dÃas después.
Estaba en shock. Mi corazón nunca se habÃa roto asà antes, y no tenÃa ni idea de a dónde acudir. Por un lado, podÃa verme caer en un camino de destrucción, vergüenza y dolor. Por otro lado, podrÃa esforzarme por volver a mis raÃces en Cristo. Ojalá pudiera decir que fue una elección fácil, pero no lo fue. Al final, decidà quedarme en casa con mis padres y darle una oportunidad a Dios.
En casa con mis padres, tenÃa setenta y cinco acres de la creación verde de Dios para explorar. Mientras observaba Su obra con cada cambio de estación, trabajó en mi corazón. Mes a mes, comencé a ver y sentir su poder y misericordia nuevamente. Con la ayuda y el aliento de mi familia y amigos, comencé a asistir a grupos pequeños y me involucré en actividades de la Iglesia. A través de la comunidad de Cristianos, no solo encontré el amor de Dios, ¡sino que encontré un esposo!
Mi esposo y yo vinimos con nuestra parte justa de equipaje. Pero con la clase prematrimonial de la Iglesia, la clase familiar mixta y los grupos pequeños, estamos navegando y trabajando a través del matrimonio y la vida con Dios en el centro de todo. Todos los dÃas, trabajamos para hacer de Dios el centro de nuestras vidas. Y ahora, cuando surgen las pruebas, lo primero que hacemos es orar al respecto. Finalmente me siento completa de nuevo, y todo se debe a la gracia, el amor y la paciencia de Dios. No hay mejor lugar para la paz, especialmente durante las pruebas, que en los amorosos brazos de nuestro Padre Celestial.
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